No cabe duda de que, de entre todas las formas caprichosas de la naturaleza, los arcos son unas de las más llamativas. Hoy nos acercamos a uno de ellos, muy accesible y quizás poco conocido: el Arco de Tajao o de Bijagua.
- Duración: Unos pocos minutos desde la carretera. Aproximadamente 40 minutos en coche hasta la zona desde el área metropolitana.
- Dificultad: Sencilla. Sendero corto y muy accesible, incluso para ir con niños.
- Imprescindible: Gorra y agua. Es zona de calor. Descargar artículo en PDF
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Roques, tubos volcánicos y arcos
El origen volcánico de las islas propicia la existencia de formaciones geológicas de singular apariencia y especial atractivo. No hay sino que cerrar los ojos y pensar por un momento en los símbolos naturales más importantes del archipiélago. Rápidamente nos vienen a la mente lugares como el Roque Nublo en Gran Canaria, los Roques de García en Tenerife o el Roque de Agando en La Gomera.
Los roques impresionan en general por su tamaño y majestuosidad, pero ¿qué me dices de los tubos volcánicos? ¡Éstos tampoco se quedan atrás!. Estas galerías o cuevas se forman en tiempo de erupciones por flujos de lava incandescente cuya parte superior se enfría en contacto con el aire. Es así como se formó, por ejemplo, los Jameos del Agua en Lanzarote, o la Cueva del Viento, en Tenerife. ¿Sabías que esta última, con 18 km de longitud es uno de los tubos volcánicos más largos del mundo?.
Centrémonos ahora en los arcos. Las estructuras en forma de arco constituyen uno de los accidentes geológicos más llamativos, y son especial objeto de deseo de fotógrafos, que buscan emplearlas como un marco natural para encuadrar sus instantáneas.
Los arcos en sí mismo pueden ser originados por diversos motivos. El desprendimiento de parte del techo de un tubo volcánico puede ser uno de ellos, pero existen muchos otros. Así, el impresionante Arches National Park, en Utah, EEUU, tiene una ingente concentración de arcos cuya formación se vincula a la existencia de yacimientos salinos subterráneos, y la erosión del agua y hielo sobre la roca arenisca.
Hoy visitamos uno más modesto, pero no por ello menos espectacular: el Arco de Tajao, o de Bijagua. Este «puente de roca» está situado en la costa sureste de Tenerife y se originó por la erosión del agua a lo largo de los siglos sobre una versión poco consolidada de la toba volcánica típica de la zona, la ignimbrita, más conocida en el lugar como «losa chasnera».
La naturaleza de la roca del lugar, mezcla de materiales con diferente resistencia, y la acción erosiva de dos pequeños barranquillos que flanquean el arco, dieron lugar a la estructura tal y como la conocemos hoy.
Cómo llegar al Arco de Tajao
El arco en cuestión se encuentra en la localidad costera de San Miguel de Tajao, en el municipio de Arico – Tenerife.
Para llegar hasta él hay que coger la autovía TF-1 en dirección sur y tomar la salida 46 en dirección «Tajao». Las señales nos llevarán a cruzar un puente sobre la autovía. Justo después de cruzar debemos tomar un desvío a la izquierda en dirección «La Jaca».
A unos cientos de metros, desde la misma carretera, podrás ver el arco a tu derecha. Eso sí, tendrás que fijarte bien para verlo, pues desde esta perspectiva se camufla con el entorno. Hay un pequeño apartadero a mano izquierda donde es posible dejar el coche.
Al cruzar la carretera y mirar hacia el arco te será sencillo encontrar el pequeño sendero que conduce hacia él.
Arco de Tajao: el entorno y sus posibilidades
El entorno en sí es árido, con una vegetación dominada fundamentalmente por tabaibas y cardones. Con un poco de imaginación es fácil sentirse en medio de un escenario de western.



Tras caminar el corto trecho que separa la carretera de nuestro destino se descubre ante nosotros los 30 metros de arco en todo su esplendor.

La estructura completa se percibe mejor si lo observamos desde la vertiente este, el lado del mar, dejando pasar el azul de cielo por su oquedad. El arco es de una altura considerable y es posible pasear por encima (y difícil resistirse a hacerlo…)
Visitamos el lugar a mediodía y nos recibió un cielo despejado con un sol radiante. Una luz muy «dura» para poder sacar alguna foto mínimamente decente. A pesar de ello pasamos un rato disfrutando del lugar, haciendo algunas fotografías y planeando volver en un horario más conveniente.
No podíamos marcharnos sin bajar al pueblo marinero en sí, a apenas uno o dos minutos en coche. Al norte del embarcadero hay una zona de costa rocosa que de nuevo nos deleita con formas caprichosas. Un enorme roque de piedra emerge sobre el mar a pocos metros de la orilla, en una estampa que, por su orientación, bien merecerá una visita para fotografiarla al amanecer, eso sí, preferiblemente en horas de marea baja.

Para finalizar esta #microAventura nada mejor que pararnos a comer pescado fresco en alguno de los múltiples restaurantes de la zona.
Bonus
Indagando sobre la existencia de arcos naturales en las islas resulta que hay un buen número de ellos. Ya descubrimos uno en nuestra microAventura al bunker de San Andrés. ¿Estaremos ante el comienzo de otra «saga» de microAventuras temáticas?
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