Nos lanzamos hoy a la microAventura atraídos por la historia de la Cruz del Navegante. Un relato de marineros y tormentas atlánticas, que culmina en lo alto de la isla de Gran Canaria, en la Cruz del Saucillo.
- Dónde: Valsequillo.
- Dificultad: baja.
- Imprescindible: Llevar bastones de senderismo te ayudará a gestionar mejor la pendiente. Descargar el track Descargar artículo en PDF
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Una atalaya incomparable
Tanto si vives en Gran Canaria como si eres visitante ocasional seguro habrás identificado la singular orografía de esta isla.
Casi redonda en su perímetro, presenta caras bien diferentes según desde donde la observes: El vertical y a veces intimidante paisaje del oeste contrasta con el más llano y yermo escenario que se despliega ante nosotros en la coste este. De igual manera hay claras diferencias entre el norte, verde y húmedo hasta el punto de albergar algún reducto de laurisilva, y el árido sur, dominio de cardones y tabaibas. En el centro y en lo alto se encuentra la cumbre. Lugar donde las nubes quedan a los pies de las montañas y el cielo estrellado reina en la noche.

Es ahí, en la cumbre, donde una pequeña montaña sobresale entre las demás. Podría ser su relevante altitud, 1.802m, la causa de su fama, pero lo que llama realmente la atención es su forma. Una suerte de pequeño cono. Un triángulo que emerge entre el farallón rocoso que constituye el corazón de Gran Canaria.
Se trata de la Cruz del Saucillo, una montaña visible desde gran parte de la periferia insular y que, como decimos, sobresale entre las demás.

Hacía tiempo que teníamos intención de saciar nuestra permanente sed de subir montañas con esta pequeña aventura. No en vano llegar a la cumbre apenas reviste complejidad, más allá de salvar cierto desnivel. Fue en el transcurso de nuestras pesquisas que dimos con una historia de esas que nos gustan. Un relato de hechos ocurridos en el pasado, de los que bañan de misterio tiempos y lugares. Se trata de la historia de una gran cruz, localizada en la cima, y conocida como Cruz del Navegante.
De marinos y promesas
Leemos distintas versiones de un relato, todas muy similares, que no refieren fuentes verificables. Ya sabes, toda buena historia ha de ir acompañada de cierto misterio. Leemos que hay una cruz. Mentira, que hay más de una. Leemos que la original se construyó a partir de maderos de un barco, quizás parte del mástil. Leemos que el barco navegaba de oeste a este, de América a Europa, a comienzos del siglo XVIII. Dicen que sus tripulantes, enredados en una voraz tormenta, prometieron colocar una cruz en lo alto de la primera tierra avistada, caso de salvar la vida. Cuentan que esa tierra fue Gran Canaria y que la vida salvaron. De entre el singular perfil de la isla, eligieron – tal y como hemos hecho nosotros – la Cruz del Saucillo.
La promesa fue cumplida y una gran cruz de madera erigida en la cima. Con el paso de los años la cruz original fue reemplazada por otra de mayor tamaño (y menor gusto), que corona hoy lo alto de este cerro.

La Cruz del Navegante
En un llano que precede el último tramo antes del ascenso final a la montaña, se encuentra lo que creemos es la cruz original. No está en lo más alto, no es tan grande ni está pintada de blanco, sin embargo por alguna razón esta versión de madera nos atrae mucho más.

El lugar se ha convertido en una especie de santuario. Hay flores artificiales alrededor de ambas cruces y en la cima otras cruces más pequeñas, un belén de figuritas, y otras evidencias del paso del hombre.

Habría sido bonito llegar a la cima y encontrar tan solo dos viejos trozos de tea entrelazados, roídos por el paso del tiempo, apenas sostenidos sobre el suelo y formando un dudoso ángulo recto. Como si el lugar hubiese permanecido intacto hasta hoy. Da igual, no importa. En nuestra imaginación es justo así.
Nos sentamos sobre unas rocas y dedicamos largo rato a otear el horizonte, deleitándonos con las magníficas vistas que ofrece esta atalaya sobre la isla y el Atlántico que trajo a nuestros navegantes.


El cantar dicharachero de otros visitantes que se acercan nos recuerda que ha pasado ya un rato, y que es hora de regresar. A paso ligero deshacemos el camino y regresamos a casa, con la mente puesta ya en próximas microAventuras.
Cómo llegar
Nuestra ruta parte de la Caldera de los Marteles, enclave conocido de la isla por su especial belleza en primavera, cuando florecen los tajinastes. Llegar desde la capital te llevará alrededor de una hora en coche.

Una vez allí nos adentramos en el pinar a través de un sendero que nos lleva hasta lo alto de la Cruz del Saucillo. El trayecto transcurre en pendiente pero es corto y llevadero. Apenas 2 km nos separan de nuestro destino.
Por el camino atravesamos pinar, cruzamos frente a cuevas excavadas en la roca, bordeamos algunas fincas y en algún tramo recogemos castañas, pues estamos ya en época.






El trayecto a pie que debes seguir no está señalizado como Cruz del Saucillo. Para no perderte debes seguir las indicaciones hacia “Rincón Tenteniguada”. En cualquier caso no te preocupes, puedes descargarte nuestra ruta para que no te pierdas.
Más en Gran Canaria
De la Caldera de los Marteles parten muchas rutas, algunas de ellas ciertamente espectaculares. Si acabas como nosotros enamorados de este lugar no dejes de pasarte por nuestras microAventuras en busca del Tajinaste Azul o el Barranco de los Cernícalos.
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