La conocida como “Teide 04” es un ruta de 27 km que asciende hasta el pico del Teide desde la playa de El Socorro, en el norte de Tenerife. Nos aventuramos a salvar sus 4.000 m de desnivel acumulado, recorriendo un trayecto que nos lleva desde el nivel del mar hasta la cima más alta del país.
- Dónde: Tenerife
- Duración: Entre 10 y 12 horas subir y alrededor de otras 2 bajar hasta la carretera en Montaña Blanca, si no utilizas el teleférico.
- Dificultad: Muy alta.
- Imprescindible: Planificar muy bien la ruta y prepararte físicamente antes de acometer el reto. Descargar el track
El reto
En Lainakai somos asiduos visitantes de Las Cañadas. A pesar de haber recorrido sus senderos en múltiples ocasiones no nos cansamos de visitar el parque nacional. Es bien sabido que un mismo recorrido puede ofrecer al senderista una visión totalmente diferente, en función de la época del año o la hora del día.

Estudiando nuevas microAventuras que realizar en el entorno del Teide, reparamos, no por primera vez, en la ruta conocida como “Teide 040”. Se trata de un sendero que siempre hemos asociado a pruebas deportivas de “trail running”, sobreesfuerzos mayúsculos y exigencia extrema, razón por la cual apenas le habíamos dedicado tiempo en el pasado. No es menos cierto sin embargo que estamos ante una magnífica microAventura. Un reto que, rodeado de ese aura romántica que supone el ascender desde el mar hasta la cima más alta de España, nos permite recorrer rutas desconocidas, descubrir nuevos paisajes y, por qué no, probarnos físicamente.


El trayecto original consiste en partir de la Playa de El Socorro, en el municipio norteño de Los Realejos, subir hasta el Pico del Teide y volver a bajar. Se trata como decimos de salvar un desnivel acumulado de 4.000m, de ahí su nombre “040”. Los atletas profesionales son capaces de hacer este recorrido de ida vuelta en un descomunal tiempo récord de apenas 6 horas. Nosotros, lejos de perseguir retos deportivos de esta índole, nos interesamos en la posibilidad de hacer el tramo de ida. Ascender desde la playa al Pico a ritmo de senderismo.
Una primera valoración nos revela que esta no es una microAventura sencilla. Varias razones exigen prepararla convenientemente para garantizar que podemos acometerla sin riesgo: la falta de agua en el trayecto, la longitud, la duración total, la alimentación necesaria, el peso de la mochila, la planificación temporal para garantizar el acceso al tramo final, posibles escapatorias, el regreso y, por su puesto, el importante esfuerzo físico que hemos de afrontar.
En cualquier caso, decididos a afrontar tan sugerente empresa nos lanzamos a organizar los preparativos.
Crónica del ascenso
Llegó el ansiado día y tras mucho tiempo de preparación, y un ojo puesto en la meteorología, nos lanzamos de lleno a tratar de cumplir este reto: recorrer de una tirada la ruta Teide 04.
El inicio: desde la Playa del Socorro a Mirador de La Corona
Tras el obligado madrugón llegamos al punto de partida, la Playa del Socorro, alrededor de las 3 de la mañana. Esta era la hora prevista de salida, puesto que pretendíamos llegar al pico en la ventana comprendida entre las 15:00 y las 17:00 de la tarde.
Con los ánimos y la energía al cien por cien nos acercamos a la orilla de la playa, pues tocar el agua del mar al inicio del recorrido es un ritual indispensable en esta ruta.

A la luz de las farolas de la playa comenzamos entonces a andar. Este primer tramo debe llevarnos hasta el mirador de La Corona. Un asomadero a 750 m de altitud que dista de la playa del Socorro poco más de 6 Km.
El recorrido transita en fuerte pendiente y, en su mayor parte, sobre el asfalto de las calles. Solo un tramo que atraviesa un pequeño barranquillo, y la aproximación final al Mirador de La Corona, son por pista de tierra.





Es noche cerrada pero hay buena visibilidad. La mochila apenas pesa en estos primeros compases de nuestra andadura y, si bien el desnivel a salvar es importante, vamos a paso ligero. Pasada 1h 30m ya estamos en El Lance, el barrio que da nombre al mirador en el que nos detenemos un par de minutos. Es una pena que esta parte del recorrido tengamos que hacerla durante la noche, pues nos perdemos gran parte de las vistas que ofrece.


Rebasamos el caserío y nos adentramos en una pequeña pista que desemboca en el Mirador de la Corona. Hay aquí, además de un mirador, una pista de despegue para parapentes, pues es lugar idóneo para lanzarse a sobrevolar el valle.
Han pasado 2 horas y hemos cubierto la primera de las etapas. Vamos sobre el tiempo planificado así que hacemos una pequeña parada para comer y beber algo antes de reanudar la marcha.
Desde el Mirador de La Corona a Piedra de los Pastores
Tras unos minutos de descanso volvemos a cargarnos las mochilas y nos lanzamos a por el segundo tramo. El objetivo es llegar hasta el lugar conocido como Piedra de los Pastores. En teoría son otras 2 horas las que nos separan de allí.
Andamos ahora sobre una camino de tierra, que de cuando en cuando se cruza con una pista forestal. El paisaje ha cambiado, y hemos abandonado la zona poblada. Ahora caminamos entre zarzas y helechos, bordeando alguna plantación de papas aquí y allá.

En el inicio es todavía noche cerrada lo que, unido a lo alto de la vegetación en los márgenes del camino, nos impide extender la mirada sobre el entorno. El firme es algo irregular y hemos de tener cuidado al avanzar, pues una torcedura a estas alturas podría ser fatal para nuestro propósito.
Ya empezamos a notar el peso a nuestras espaldas, y las piernas comienzan a decirnos que este esfuerzo continuado no es algo a lo que estén habituadas.
Hemos de rebasar en este tramo dos hitos: el primero es Fuente de Pedro, el último lugar en el que en teoría es posible abastecerse de agua. Lo cierto es que, bien pertrechados como íbamos, no nos detuvimos a tratar de localizarla. Pasamos de largo sin advertir siquiera dónde podría estar, pues la oscuridad de la noche y lo espeso de la vegetación nos impidió ver señalización o desvío alguno.
El segundo hito es el Mirador del Asomadero. Un gran llano cercado en parte por una valla de madera, de cuyas vistas no pudimos ser testigos. Es esta una de las grandes penas que nos queda, el hecho de que la noche nos haya privado de buena parte del espectáculo visual de esta ruta.

Continuamos el trayecto hacia Piedra de los Pastores. El recorrido es, desde hace ya tiempo, algo monótono, pero lo sobrellevamos bien, con la expectativa de ver pronto el amanecer.
Es en este momento cuando a uno de nosotros nos sobreviene un pinchazo, un inoportuno malestar en la pierna que, sin impedirnos continuar, nos ralentiza la marcha. Aminoramos algo el paso con la esperanza de que la proximidad de nuestra siguiente parada nos ayude a reponer fuerzas.
Es entonces cuando nos sorprende el amanecer. El día comienza a clarear súbitamente, casi tan rápido como cambia la vegetación que atravesamos. Casi sin darnos cuenta estamos en el pinar. El horizonte se despeja ante nosotros y nos deja ver por primera vez el majestuoso relieve de esta isla.



Todavía no vemos el Teide, nuestro objetivo final, pero estamos ya a casi 1500 m de altitud, y desde aquí atisbamos las antenas de Izaña y todas las cumbres de la vertiente este de la isla.
Con ánimos renovados alcanzamos Piedra de los Pastores. Una especie de apeadero. Un cruce de caminos cuya escasa infraestructura esta destrozada, aparentemente por el fuego.




Hacemos aquí otra parada. Son las 7:30 de la mañana y es hora de desayunar. Nos comemos aquí nuestro sandwich, bebemos agua, y estiramos la piernas. Son apenas 20 minutos pero necesitamos este pequeño descanso antes de continuar.
Vamos algo por detrás del tiempo previsto, pues el inoportuno contratiempo físico nos ha restado ritmo. Aún así nos vemos con ánimos de seguir. Sin acomodarnos mucho, por eso de no enfriarnos en exceso, reanudamos la marcha hacia nuestro siguiente destino: la cruz de Fregel, en la Fortaleza.
Desde Piedra de los Pastores a La Fortaleza
Continuamos transitando ahora por la corona forestal, ese perímetro de pinar que rodea el Parque Nacional del Teide. La pendiente no da tregua aunque el firme ha cambiado ligeramente. Andamos ahora por una pista de roja tierra suelta, muy ancha en algunos tramos. Cómoda si no fuese por el desnivel.

Es entonces cuando aparece ante nosotros por primera vez la silueta del Teide. Una imagen que nos aporta un extra de energía, no en vano llevamos ya más de 14 km a nuestras espaldas y todavía no habíamos divisado el objeto final de nuestra microAventura.
Pronto el paisaje cambia de nuevo. Los pinos van dejando paso a la retama y la hierba pajonera. La vegetación baja propia de Las Cañadas se va haciendo con el paisaje y al poco aparecen ante nosotros los primero tajinastes.




Estamos casi sin querer entrando en el parque nacional. La sensación para nosotros es como llegar a casa, pues sabes que este paisaje nos es tremendamente familiar. Aún así queda mucho camino por recorrer.
La pendiente se suaviza ligeramente por momentos, en especial en los últimos cientos de metros que nos separan de Cruz de Fregel. Estamos ya en La Fortaleza de Tigaiga. Llevamos 15 km de camino y vamos 1 hora por detrás de lo planificado.

Nos detenemos a descasar. Comemos y bebemos algo y revaluamos nuestro estado físico y nuestras posibilidades de conseguir el reto. Es una parada importante, pues desde aquí tenemos una escapatoria hacia el Centro de Visitantes de El Portillo, que está a unos 8 km de distancia, y donde podríamos dar por terminado nuestra aventura.
El peso de las mochilas y los impedimentos físicos nos han lastrado esta parte del recorrido, pero nos vemos con fuerzas para seguir, al menos hasta el cruce de Montaña Blanca. Allí hemos quedado con el resto del equipo para avituallamiento, y existe además otra posibilidad de abandonar, dirigiéndonos al aparcamiento de Montaña Blanca.
Decididos a continuar emprendemos de nuevo la marcha.
Desde La Fortaleza a Montaña Blanca
Jugamos ahora con ventaja, pues hemos abandonado lo desconocido y nos adentramos ya en terreno hollado. El paisaje, los volcanes, los senderos… Cada curva del camino nos es familiar. Avanzamos ahora cómodos, aun sabiendo que nos espera todavía un largo trecho.
Abandonamos la cañada de los Guancheros y nos adentramos en el valle que nos lleva hasta Montaña Blanca. Es un recorrido que nos da cierta tregua al principio, pero que nos espera en su parte final con un nuevo tramo de fuerte pendiente, prolongado durante largo rato.



Tras 20 km de camino y un importante esfuerzo ya sobre nuestra espaldas alcanzamos el cruce de Montaña Blanca. Aquí nos recibe el resto del equipo, con agua fresca y un bocadillo casi recién hecho. A pesar de llevar provisiones más que suficientes para hacer el recorrido completo, no queríamos correr riesgos en este primer intento y organizamos esta parada técnica.
Descansamos un rato, intercambiamos impresiones con el equipo, que a partir de este punto nos acompañaría hasta la cima, y reemprendimos la marcha.
Son las 12:30 de la mañana. Llevamos un retraso acumulado de casi 1h y 30 minutos. Caminamos ahora por la pista de Montaña Blanca, entre blanquecina ceniza y los conocidos como Huevos del Teide. Con paso firme y decidido progresamos hasta el cruce de la rambleta donde, tras 1 h de camino nos tomamos un nuevo respiro. Las fuerzas son cada vez menos y la necesidad de para a descasar cada vez más frecuente.

Por delante 4 km adicionales y sin duda la parte más dura de todo el recorrido: el sendero de La Rambleta y el ascenso final al pico.
La Rambleta: desde Montaña Blanca a Refugio de Altavista
Es el tramo final y sin duda el más duro de todos, no solo por el importante esfuerzo ya acumulado, sino por la naturaleza de la senda que nos aguarda.
Este sendero, el número 7 de los que recorren el parque nacional, lleva desde la base del cono volcánico hasta las inmediaciones de la estación superior del teleférico. Aquí la pendiente se acentúa de manera significativa y el recorrido se vuelve retorcido. Un zigzag que parece no tener fin y que genera en nosotros la sensación de avanzar muy poco en cada paso. Además el firme se torna más complicado, pues caminamos ya sobre roca volcánica y es muy difícil mantener ritmo y paso uniforme.


Por suerte la inmensidad del paisaje se acrecienta a medida que ascendemos. Las vistas de las faldas del Teide y el paisaje circundante son más impresionantes con cada paso que damos. Nos detenemos infinidad de veces durante el corto pero duro trayecto de apenas 2 km hasta el refugio. Descansamos en la Estancia de los Ingleses, un lugar propicio para tomar un respiro, el mismo descanso que tantos otros hicieron en tiempos pasados. Tomamos un nuevo sorbo de agua y, muy cansados ya pero con miedo a enfriarnos reemprendemos la marcha.
Llegamos entonces al Refugio de Altavista donde hacemos nuestra última parada antes de llegar a la caseta del guarda y atacar el ascenso final al pico.
Desde el Refugio de Altavista al Sendero Telesforo Bravo
Estamos en el Refugio. Hace años que está cerrado. Hemos leído recientemente que pretenden reabrirlo. Veremos. Nos sentamos en uno de los bancos de piedra a descansar unos minutos. El esfuerzo realizado ya es mayúsculo. La mochila parece que ha ganado en peso en vez de perderlo, y tememos no volver a poder ponérnosla a las espaldas si nos la quitamos ahora.

De nuevo agua y un último mordisco a una barrita energética. Intercambiamos alguna palabra con una pareja de extranjeros que han bajado desde el teleférico. Ellos tan solo llevan una gorra y un móvil. Reflexionamos por un momento en lo fácil que es ya llegar a casi cualquier sitio, y por qué el hombre prefiere en ocasiones elegir el camino difícil. Pero solo es un instante, pues el Pico espera, la tarde se nos echa encima y no hay tiempo que perder. Son casi las 16:00 de la tarde, y nuestro permiso para acceder a la cima es de 15:00 a 17:00.
Con paso todo lo ligero que nos permiten las piernas atacamos el último tramo. Pasamos la localización de la Cueva del Hielo, sin tiempo ni fuerzas para asomarnos, y llegamos al cruce que conecta con los senderos de los miradores de La Fortaleza y Pico Viejo, y la estación superior del teleférico.
De repente estamos inmersos en una multitud. Una marabunta de visitantes que han subido en cabina y que se mueven aquí y allá. Clicks de cámaras fotográficas, móviles, selfies, jóvenes y no tan jóvenes haciéndose la fotografía de rigor en un lugar que a buen seguro lo merece.
Llevamos muchas horas caminando casi en soledad y esta situación nos impacta un poco. ¡No esperábamos volver tan bruscamente a la civilización en el lugar más remoto de la isla!. En cualquier caso proseguimos el camino. Nos dirigimos ahora hacia el oeste, a la caseta del guarda, para atacar el último tramo, el sendero Telesforo Bravo.
Pico del Teide: Los últimos 500 m
Y por fin estamos aquí, frente a la valla que controla el acceso al pico. Hemos llegado, con gran esfuerzo, a las 16:17 de la tarde. Tememos menos de una hora para salvar el último tramo. Un recorrido de tan solo unos 500 m de longitud pero extrema dificultad.

Presentamos nuestro permiso de acceso al guarda y es entonces cuando, estando ya casi en la cima, nuestro plan de hacer cumbre hoy comienza a tambalearse. El guarda nos pregunta si pretendemos bajar en el teleférico. Estamos realmente cansados y creemos a todas luces que es una buena opción. Descender a pie serían otras dos horas de caminata que habría que afrontar después de un enorme esfuerzo acumulado. Además con gran probabilidad nos cogería la noche.
Nos indica el guarda que en tal caso no podemos subir. Nos dice que el recorrido de subida y bajada nos llevará unos 40 minutos y que el último teleférico baja a las 16:45. Si subimos al pico tendremos que bajar a pie. Le pedimos consejo, pues hemos llegado hasta aquí y no ascender al Pico sería como morir en la orilla. Nos indica entonces que el buen tiempo que nos había acompañado durante todo el trayecto está cambiando rápidamente, y que puede tornarse frío y ventoso, y nos recomienda no subir y bajar en teleférico. Nos entra la duda de si es un consejo sincero o interesado. Aun así lo tomamos en consideración.
Hemos llegado hasta aquí, a las puertas del objetivo y, casi tocándolo ya decidimos no continuar. Siempre hemos pensado que una de las virtudes de todo aventurero es saber valorar cada situación, evaluar los riesgos, y no tener miedo a retirase cuando es la opción correcta. Y así lo hacemos. No subiremos al Pico en esta ocasión. Miramos desde abajo el corto trayecto que nos queda, nos prometemos volver a intentarlo y nos dirigimos a la cabina del teleférico para bajar.
Hemos superado algo que supone un gran reto para nosotros, pues en nuestras primeras cavilaciones apenas apostábamos por llegar con fuerza a La Fortaleza. Lo hemos hecho además cumpliendo bastante bien con los tiempos planificados y sin contratiempos de importancia.
Nos quitamos entonces un peso de encima, no solo el de la mochila que descargamos de nuestros hombros sino el de tener todavía kilómetros que recorrer. Compramos el billete y esperamos pacientemente a que llegue nuestro transporte. A los pocos minutos estamos ya en la cabina, apoyados en el cristal, ensimismados, reflexionando sobre lo conseguido en el interior de una burbuja imaginaria que nos aísla de las miradas atónitas y risas de multitud de turistas que descienden con nosotros.

Nos sobrevienen entonces por un momento mil dolores. Hace rato que hemos parado ya y el cuerpo empieza a enfriarse. Por suerte no hay más sendero frente a nuestros pies. Se acabó. Descendemos de la cabina y damos por concluida nuestra aventura, con la mente puesta ya en cómo y cuándo volver a intentarlo.
Nuestras lecciones aprendidas
Quizás lo más relevante sea lo relacionado con el peso de la mochila, que supone un problema. Llevamos tanto agua como comida en exceso para lo que acabamos necesitando finalmente.
Adicionalmente cargamos con algunos elementos de “emergencia” que, si bien nos podían haber sacado de algún apuro, podríamos perfectamente haber dejado atrás. Habiendo además comprobado que hay cobertura de teléfono en prácticamente todo el recorrido, creemos que en un futuro intento será posible y fundamental ir más ligeros.
Por último, y quizás lo más importante, hemos aprendido a reconocer que las cosas no siempre salen como uno prevé, por mucho que se hayan planificado, y que no hay que preocuparse por ello. Nunca fuerces una situación más allá de lo razonable y piensa siempre que retirarse a tiempo te brinda la posibilidad de volver a intentarlo en el futuro. Un futuro en el que a buen seguro volveremos a por esos últimos 500 metros.
Excelente lección, amigos
Un reportaje impresionante
Enhorabuena con mayúsculas y gracias por compartirlo
¡Muchísimas gracias a ti David por leernos! Nos alegra que te haya gustado ☺️