Para el cultivo de los campos canarios casi tan necesario es tener agua como disponer de ella en los momentos precisos. En las islas más altas, las medianías -esas franjas de terreno entre los 600 y 1200 m de altitud-, si están orientadas al norte, reciben un aporte importante de agua de lluvia durante los inviernos, pero además se benefician de la denominada lluvia horizontal. Esta se produce por la condensación de la humedad de los vientos alisios cuando ascienden al chocar contra las vertientes norte de las islas.
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Las medianías orientadas al sur son muy diferentes, bastante más pobres en lluvia – salvo ocasionales episodios meteorológicos en los que llueve torrencialmente – y no se ven beneficiadas por la lluvia horizontal. Hace unas décadas, estas medianías fueron una zona rica en plantaciones de árboles frutales, que producían aceitunas, naranjas, nísperos, albaricoques, duraznos, ciruelos, caquis, etc.

El agua disponible en las medianías procede tradicionalmente de nacientes y se distribuye entre los regantes cada cierto tiempo. Es así que, cuando a un regante le toca el turno, tiene que utilizarla en el momento, a no ser que disponga de algún estanque para almacenarla. Igualmente en algunos inviernos lluviosos, puede carecer de sentido regar los cultivos, y ello lleva a que tenga que verterse el agua a los barrancos por imposibilidad de almacenarla.
Así que si se quería entonces disponer de más agua era necesario construir más depósitos donde almacenar el agua sobrante del invierno. Con el desarrollo económico se hizo posible acometer la construcción de estanques por iniciativas individuales y ayudas públicas y el resultado puede verse, por ejemplo, en la cuenca de Tirajana, en la isla de Gran Canaria, donde tras inviernos lluviosos lucen como espejos la superficie del agua de decenas de ellos.
Conviene decir también que en las medianías del sur, se produce un contraste de temperaturas muy grande entre invierno y verano, pues aquellos son normalmente fríos y estos últimos muy calurosos.
En ciertos momentos, cuando se produce una ola de calor y durante unos días las temperaturas superan los 40 ºC, se puede perder gran parte de la cosecha. Así los insufribles rayos del verano sumados al aire caliente que nos llega de África dan al traste con todo un año de trabajo. Disponer de agua en esos precisos momentos ayuda a mitigar la sed de los árboles y los desastrosos efectos del calor.

Descubriendo un número
Sirva esta larga introducción para situar nuestra pequeña historia. Pude, hace ya bastantes años, participar en las preocupaciones de un amigo, D., que meditaba concienzudamente, tras decidirse a acometer la construcción de un depósito para su agua. Se acabarían así los riegos en las gélidas o sofocantes madrugadas y las angustias por los calores del verano. Así que un día, mientras hablábamos de su proyecto, del tamaño que iba a tener su estanque ‘redondo’, y de los materiales que precisaba, hierros, bloques, cemento, etc. me dice: yo lo que sé es que si lo hago de 8 m de ‘ancho’ necesito en la base una hilera de bloques y materiales de más de 24 m. Si lo hago de 10 m necesito más de 30 m, si lo hago de 15 entonces necesito más de 45 m; ¡siempre me sale que cada hilera es más o menos tres veces el ancho del estanque y un poco más! No podía creerlo, mi amigo acababa de mostrarme, sin darse cuenta ,que había descubierto el número Pi, y cuyo valor obtenido de su experiencia era simplemente tres…, y un poco más Había descubierto una relación básica entre dos cantidades, entre la longitud y el diámetro de una circunferencia mientras cavilaba sobre la construcción de un estanque. No es poco.
Naturalmente, no es la teoría de los números. Viene a cuento la pregunta que se hizo R. J. Dedekind, el célebre matemático: ¿Qué son y para qué sirven los números? Se respondía diciendo: los números son creaciones libres del espíritu humano, sirven como medio para concebir más fácil y claramente la diversidad de las cosas.
Así los empleó mi amigo D.

Muchas veces he pensado sobre esta anécdota, que para mí, indica que ante circunstancias y problemas similares, las respuestas humanas también son iguales o muy parecidas. No tengo dudas de que observaciones semejantes sobre objetos circulares como ruedas, volantes, órbitas, anillos, etc. llevaron muchas veces en el curso de la historia, al descubrimiento de esta relación que hoy conocemos como número Pi, un número real cuyo valor es tres…, y un poco más.
Si tienes curiosidad por saber exactamente cuánto es ese poco más, pulsa en la calculadora de tu móvil el símbolo π. Verás esto:

Hay infinidad de páginas en internet sobre este número y sus decimales y lo fácil que es cómo calcular los decimales de Pi. Una especie de manía que hay por ahí. Pero en general son bastante confusas. En mi opinión es necesario estudiar Matemáticas a nivel avanzado para entender de verdad algo más de lo descubierto por mi amigo D.
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