En el extremo meridional de La Palma, en esa suerte de vértice geográfico que apunta al sur, se encuentra uno de los lugares más reconocibles de la isla: las Salinas de Fuencaliente.
- Dónde: Fuencaliente de La Palma.
- Duración: Corto recorrido a pie por las instalaciones.
- Imprescindible: Protección solar. Descargar artículo en PDF
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Al sur de la isla de los contrastes
Estando de visita en La Palma el municipio de Fuencaliente es parada obligada. En nuestro caso atravesamos la isla, primero de este a oeste y luego de norte a sur, en un recorrido que nos lleva hasta allí a través de un variado mosaico de paisajes.
Con la intención de llegar a la punta de Fuencaliente salimos temprano de Santa Cruz, capital de la isla. Evitamos el camino directo, pues antes queremos acercarnos al Valle de Aridane, a constatar cómo ha quedado el paisaje tras la erupción del Tagogaite.
Ascendemos rápidamente desde la costa a la cumbre, y pasamos en apenas unos minutos del clima suave que reina al borde del mar a el fresco que trae la bruma entre el pinar. Atravesamos la dorsal de la isla y nos paramos en el mirador de Llanos del Jable.

Aquí el pinar crece sobre lavas antiguas y un manto de ceniza reciente, dando lugar a un sugerente paisaje en el que reinan el verde y el negro.
Descendemos al valle y atravesamos las coladas del gigante durmiente. De nuevo el paisaje cambia en pocos minutos. Del pinar pasamos a vislumbrar solo extensiones de lava que alcanzan el océano. El negro permanece, y al verde del pinar lo sustituye ahora el azul del mar.

Pero como decíamos nuestro objetivo es el sur, así que tomamos rumbo a la LP-2 y nos dirigimos, ya sin demora, a Fuencaliente de La Palma.
Dejamos la costa y volvemos a ascender. El paisaje cambia de nuevo. Bordeamos por la izquierda parte de la conocida como ruta de los volcanes y llegamos a Los Canarios, el barrio más poblado del municipio.
Desde aquí, donde hacemos una pequeña parada para reponer fuerzas, tenemos una vista magnífica sobre algunos de los volcanes más conocidos de la isla, entre ellos el San Antonio y el Teneguía, que en Lainakai también visitamos durante su última erupción.

Sal de la Palma
Afrontamos ya el último tramo del recorrido, esta vez en coche. Aunque una sugerente ruta a pie nos tienta, el calor y el no ir preparados convenientemente nos disuade de lanzarnos a una aventura improvisada.
La carretera nos lleva en un recorrido sinuoso a cambiar de vertiente, para luego enfilar ya sin rodeos rumbo al sur. Al poco llegamos a nuestro destino. Las Salinas de Fuencaliente.

El entorno nos recuerda rápidamente a muchas explotaciones salineras de las islas en las que ya hemos estado. La proximidad del mar, el viento, el malpaís, los tajos grandes y pequeños, los molinos, las edificaciones anexas y los tonos blanco-rosáceos son una constante que se repite. Si no reparamos más que en el entorno más próximo, podríamos estar perfectamente en las Salinas de Janubio en Lanzarote, las Salinas del Carmen en Fuerteventura o las Salinas de Tenefé, en Gran Canaria.


La explotación parece en marcha y bien mantenida. Un edificio central con cafetería hace las delicias de los turistas que se atreven a acercarse hasta este confín de la isla. Otros, como nosotros, nos perdemos por largo rato recorriendo los caminos habilitados a su alrededor.

No encontramos en nuestra visita los originales montones de sal recién recogida, tan característicos de las fotografías de promoción turística. Si disfrutamos en cambio de la retícula de cuadrados que cubre la costa de una suerte de colcha de tonos pastel.





Recorremos las instalaciones bajo un potente sol, ingrediente indispensable en este engranaje natural de extracción de sal, y volvemos al punto de partida bordeando la costa. Una costa que, salpicada de charcos, arcos y bufaderos, compite en interés con la principal atracción de Fuencaliente.

El Faro de Fuencaliente
Volvemos al aparcamiento y nos acercamos ahora al otro punto de interés del lugar, el faro. Como en tantos otros faros de Canarias, un edificio antiguo, de hermosa factura, comparte escenario con una instalación mucho más moderna, e inevitablemente más fea.




El faro original, hoy restaurado, sufrió importantes daños durante la erupción del Teneguía y alberga en la actualidad un centro de interpretación.
Casi sin quererlo hemos añadido otro faro más a la larga colección que hemos ido visitando a lo largo de los años, y que hemos completado recientemente con nuestra última visita al Faro de San Cristóbal, en la isla de La Gomera.
Cansados ya de un día cargado de emociones, emprendemos el regreso a Santa Cruz, remontando la colina de lava bajo la atenta mirada del Teneguía.

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La Palma es, como te hemos contado, una isla de contrastes. Si no nos crees no dejes de comparar esta microAventura con otras que hemos vivido en la isla, como la visita al Cubo de la Galga o al Roque de los Muchachos.
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