Una subida a la Montaña de Samara en el Parque Nacional del Teide.
- Duración: Llegar hasta el lugar de partida puede llevarte entre media hora si sales de la zona sur de la isla y una hora y cuarto si vienes del área metropolitana. La caminata en sí apenas requiere de unos 15 minutos por trayecto.
- Dificultad: Sencillo. El trayecto desde el aparcamiento es relativamente corto. Sólo hay que tener cuidado con no resbalar, pues hay varias zonas de picón.
- Imprescindible: Calzado adecuado, pues como decíamos el terreno es algo resbaladizo. Descargar artículo en PDF
(Exclusivo para suscriptores)
Un plan puede cambiar en cualquier momento
Teníamos previsto ascender hasta el Parque Nacional al caer la tarde, para después hacer unas fotografías del cielo nocturno, así que a las 20 horas aproximadamente partimos desde la costa de Adeje y tomamos la autopista en dirección a Santiago del Teide. Unos minutos después la abandonamos incorporándonos a la carretera TF-82 que conduce a la localidad de Chío y justo antes de llegar a ella, en un cruce próximo a una gasolinera, cogemos la TF-38 que nos llevará al Pico.
La carretera está en buen estado y comenzamos a rodar esperanzados en disfrutar de la tarde, pero a unos pocos Kilómetros nos vemos obligados a detenernos porque horas antes había ocurrido un gravísimo accidente en la que dos coches chocaron frontalmente. Autoridades y operarios están trabajando para reabrir la carretera. Nos interesamos por lo ocurrido y, afortunadamente, no hubo víctimas mortales. Nos retrasamos casi una hora y -pese al disgusto- seguimos con nuestro plan de llegar hasta la Montaña de Samara.
Cuatro islas al atardecer
Habitamos islas altas y la manera en que el paisaje y el clima cambian con la altura ha sido muy estudiada desde que el gran naturalista alemán Alexander von Humboldt nos visitara en 1799.
Desde el punto de partida en la costa, la autopista en su conjunto es como una gran rampa que asciende continuamente y que atraviesa en su parte baja las áreas turísticas y las fincas de plataneras y después cruza las medianías del sur, con sus pueblos que quedan ya a poca distancia del pinar. Más arriba encontramos la Corona Forestal que rodea toda la isla, densa e intensamente verde por la cara Norte y algo más desvaída y dispersa por la vertiente del Sur.
Continúa nuestra subida y en apenas unos minutos, la naturaleza, casi liberada de la presencia humana, se manifiesta espectacular, especialmente a esta hora de la tarde, cuando el Sol ya cae sobre el horizonte y muestra espléndidas las siluetas de la Gomera, el Hierro y algo más lejos la Palma.
La isla que nos acoge, Tenerife, se vuelve por momentos dorada. Entre las ramas de los pinos se filtran los últimos rayos del Sol. Pronto aparecerán las primeras sombras de la noche.
Del mirador de Los Poleos hasta la Montaña de Samara
En esta carretera que nos lleva al Parque Nacional los conductores deben mantenerse especialmente concentrados, porque es fácil distraerse obsevando el paisaje. Si quieres aparcar el vehículo debes pensártelo dos veces, porque existe un escalón lateral, bastante alto por cierto, que bordea todo el trayecto, asi que lo mejor es utilizar los aparcaderos construidos en lugares estratégicos. Uno de ellos el el de Los Poleos. Tiene, en una dirección, sorprendentes vistas hacia Tenerife y La Palma y, en sentido contrario, entre los resquicios de las coladas de lava, puedes descubrir a lo lejos una delicada imagen de la parte alta del Pico del Teide que contrasta con la áspera y ocura superficie circundante.
La Montaña de Samara
A pocos kilometros de Los Poleos encontramos a mano izquierda otro apartadero. Es nuestro punto de destino. Es la hora del crepúsculo y debemos darnos prisa para encontrar la sencilla ruta que nos llevará hasta su cima por un sendero que avanza entre pinos y rosalitos de cumbre.
Apenas un centenar de metros y remontamos este pequeño cono volcánico, mientras oímos al caminar el sonido áspero y seco de nuestros pasos sobre el picón, ceniza o rofe. Tomamos contacto con el lugar y buscamos un sitio adecuado para colocar los trípodes y los equipos. La noche se nos ha echado encima. Debemos ser precavidos con nuestros movimientos porque el borde del cráter está próximo y alguno puede desriscarse, así que convenimos en no dar un paso sin antes iluminar bien el sitio por el que nos vamos a mover.
La Corona Estelar
Domina la noche. La Luna que inicia su ciclo se ha ido tras el Sol. El aire es ligero y fresco. La visibilidad es buena, hasta tal punto que las luces de las islas vecinas se distinguen con claridad. A través de las nubes bajas que rodean la isla se filtra un incómodo resplandor que es muestra de la excesiva y mala iluminación de nuestras ciudades.
Comienza el trabajo. Tenemos nuestros propósitos individuales, nuestras preferencias, a alguno nos llama la atención Júpiter y sus cuatro satélites galileanos, o el amarillento Saturno, a otro la débil Andrómeda todavía muy próxima al horizonte o los cúmulos estelares en Sagitario, pero a todos la Vía Láctea, esos cien mil millones de estrellas que iluminan la bóveda celeste. Desde esta Montaña de Samara, a principios de agosto, el Teide y el Pico viejo parecen lucir una corona estelar, imagen que ni pintada para realzar nuestros dos mayores volcanes.
Es la medianoche y el momento de regresar, bajamos la Montaña de Samara y enseguida estamos de nuevo en el aparcadero. Estamos contentos y esperamos tener material para editar algunas fotos dignas de ser publicadas. Tomamos un poco de agua. Alguno de nosotros encuentra unos caramelos en el bolsillo y los reparte al grupo de amigos. Se inician los planes para la próxima microaventura.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.