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Las regiones más transparentes del aire
Quien haya subido alguna vez a las cumbres más altas de las islas, habrá notado la extraordinaria nitidez de las imágenes percibidas, la fuerte intensidad de la luz, la marcada saturación de los colores, el gran alcance de la “vista”, en fin, a poco que reflexione se habrá dado cuenta de que está en una de las regiones más transparentes del aire.
En 1799 A. Von. Humboldt hizo un fatigoso ascenso al Pico de Tenerife, al Teide; años después, en 1804, en la ciudad de México, escribe “Viajero, has llegado a la región más transparente del aire”. Esta frase inspiró sin duda el título de la célebre novela del gran escritor mexicano Carlos Fuentes. No sé si dos siglos después todavía hubiese podido mantener sus palabras sobre la contaminada y superpoblada ciudad americana. Nos atrevemos a pensar que tal percepción surgiera inconscientemente de su anterior visita a una de nuestras regiones más transparentes del aire, en las cumbres de la isla de Tenerife.
Pero no nos precipitemos, hagamos un pequeño viaje, como si fuésemos un dios griego que surge desconcertado de las aguas marinas que rodean nuestras islas y echa a andar sobre la arena de cualquiera de nuestra playas, en busca del aire.
La maresía
La maresía es, por decirlo de alguna manera, nuestro primer aire, está aquí desde que las erupciones que acrecentaron las primitivas islas sumergidas alcanzaron la superficie del mar. Es el aire de las playas, de los acantilados costeros, de los arrecifes, de los muelles, el aire humedecido y cargado de sales por las olas que rompen incansables en la orilla, tras un viaje infinito por el océano, es el aire que oxida y destruye todo, es el aire que huele a mar, podríamos decir que es el mismo mar hecho aire. Es también aire para poetas, pintores y fotógrafos.
Aires de las ciudades, aires de los pueblos
Nos alejamos de la costa, ganamos altura, entramos en otra clase de aire, es el aire de los pueblos y ciudades de las islas, aire que no es ajeno a la actividad humana. Es el aire envenenado por partículas finísimas y gases tóxicos. A los que tengan algunos años les vendrá a la memoria la imagen de las carreteras con vehículos que parecían moverse envueltos en una nube negra producida por los gases de escape de los motores de combustión, o la de las zonas próximas a zonas industriales, recordarán incluso calles en las que los edificios lucían casi negros por estar cubiertos de hollín. Afortunadamente esos aires tan tóxicos, han desaparecido y ahora las ciudades y pueblos canarios tienen un aire razonablemente bueno.
El aire de los trigales, el aire de los campos
Son aires muy particulares, cambiantes con las estaciones del año, cargados con los aromas de las flores en primavera, y en verano con el olor de la paja seca tras la cosecha del trigo. En estos aires del campo, a veces tan cristalinos, reina el olor del pan recién hecho y a veces el inconfundible aroma del café que viaja desde distancias increíbles. Pero cada vez es más escaso, agitado por los ruidos y manchado por los gases de los motores. En ciertos momentos también es un aire que, para algunas personas se vuelve realmente incómodo, pues algunos meses del año se carga de mucho polen; quien sea sensible al mismo, lo pasa realmente mal y haría bien en evitarlo.
El aire de los montes
Continuamos nuestro hipotético ascenso, respiramos el aire del monteverde y de los pinares, sobretodo en las vertientes del norte de las islas de más altura. Es el aire de las brumas, donde el alisio se enfría y se condensa la humedad con la que llega desde el océano. De mar de agua a mar de nubes. Agua que precipita y protege la vegetación de la intensa radiación de las alturas. Aire que primero huele a la mojada hojarasca, y después cuando te adentras en el pinar, a resina y a pinocha.
El aire sobre el mar de nubes
Dejas atrás en tu ascenso el mar de nubes, y vas entrando en el territorio de la luz más pura. El aire es cada vez menos aire, pero todavía suficiente para las breves correrías de cazadores de conejos, excursionistas y amantes de la noche. También para apicultores que con sus colmenas aprovechan las blancas flores de la retama y de otras plantas, y antaño para los pastores y su ganados.
La región más transparente del aire
Subamos unos centenares de metros más. Dejamos atrás la retama, los últimos tajinastes, las abejas trabajadoras. Tan solo algunas aves nos acompañan hasta las regiones más transparentes del aire de las islas.
Decíamos en nuestra entrada La Luna y los “Montes Teneriffe” que Charles Piazzi Smyth hizo en 1856 una importante y decisiva campaña de observación astronómica en Guajara y en el Pico Teide. El objetivo era comprobar la tesis de Newton, formulada en su «Óptica», sobre la necesidad de evitar las capas inferiores de la atmósfera si se quería mejorar el rendimiento de los telescopios. Desde ese primer trabajo se han sucedido una serie de investigaciones que han acreditado científicamente la transparencia y estabilidad de aire de las partes más altas de las islas. Lo que ha llevado a la creación y desarrollo del IAC, Instituto de Astrofísica de Canarias, con dos de los observatorios más importantes del mundo, el Observatorio del Teide y el del Roque de Los Muchachos en la Isla de La Palma.
Te recomendamos éste artículo, de 1986, en inglés, de su entonces director F. Sánchez.
El aire en Canarias también es el aire del mundo
Hay tantas clases de aires. El aire de los astrónomos, es casi el no aire, un aire que no moleste, que no desvíe ni amortigüe la delicada línea recta que traza la luz de las estrellas hasta sus instrumentos de observación. Los médicos buscaron durante un tiempo, también en las alturas, aires puros para instalar su sanatorios. Pero los grandes conocedores de nuestro aire son los meteorólogos, que llevan en Izaña más de un siglo. Ahora nuestro aire, el aire de todos, el aire en sí mismo, el de las altas cumbres de las islas, es un aire de referencia para el mundo. El Centro de Investigación Atmosférica de Izaña, en las cumbres de Tenerife, alberga una de las estaciones para la vigilancia de la calidad del aire mundial. Con una instrumentación de calidad se estudian los casi imperceptibles pero continuos cambios en los parámetros más significativos que afectan al calentamiento global del planeta, gases de efecto invernadero, ozono, aerosoles, etc.
Hay buena información aquí:
Acaba nuestra precipitada y caprichosa excursión. Buscar las regiones más transparentes del aire, que no es tarea fácil, es también una metáfora, un anhelo, como lo fue el ascenso al Teide de A. von Humbolt en 1799. Queremos como él ver más claro. Necesitamos de esas regiones donde, como en el aire más puro, los mínimos cambios son más notorios, para que nos alerten sobre la marcha de nuestras queridas islas y sus habitantes, del mundo en que vivimos, un mundo que es el único que conocemos y casi con seguridad el único que conoceremos.
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