Nos adentramos en uno de los reductos de laurisilva más espectaculares de las Canarias. El que rodea la zona conocida con el sugerente nombre de Cubo de la Galga, en la isla de La Palma.
- Dónde: Puntallana.
- Dificultad: Baja.
- Imprescindible: Calzado adecuado. Es habitual que el firme esté cubierto en parte de barro. Descargar el track Descargar artículo en PDF
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De senderismo en La Palma
No se concibe una visita a la isla Bonita sin programar una ruta de senderismo. Tanto los parajes volcánicos del sur como el entorno de la Caldera de Taburiente ofrecen infinidad de senderos que recorrer. Sin embargo, puestos a elegir, las rutas que atraviesan sus bosques de laurisilva posiblemente sean las más afamadas.

Nos disponemos pues a adentrarnos en uno de estos paisajes ancestrales, en los que el verde y la umbría nos transportan por momentos a latitudes más tropicales. Nos planteamos visitar uno de los enclaves más reconocibles de la isla, el Bosque de Los Tilos y su archiconocida cascada, de camino a los Nacientes de Marcos y Cordero. Sin embargo, hemos estado ya allí en el pasado y nos apetece explorar nuevos lugares.
Tanteamos sitios cercanos y rápidamente nos llama la atención una ruta de curioso nombre: el “Cubo de la Galga”. Indagamos un poco el entorno, exploramos sobre el mapa los alrededores y diseñamos una ruta circular que, sin ser demasiado exigente, nos permita perdermos por un rato en la naturaleza.
A través de un mar de helechos
Empezamos, casi a media mañana, una ruta circular de poco más de 5 kilómetros, y unos 300 metros de desnivel positivo, que se adentra en un sorprendente barranco.
Partimos de la localidad de La Galga, situada en el noreste de la isla, sin embargo no iniciamos nuestro recorrido a pie desde el punto de partida habitual, pues hay poco espacio para aparcar. Decidimos comenzar en otro punto (que te señalamos en el mapa), desde el que, a nuestro juicio, el recorrido es más cómodo.

Ya desde los primeros pasos nos adentramos en pleno bosque. Un sendero flanqueado por una valla de madera nos lleva “tierra adentro” a lo largo de una de las laderas del barranco, salpicadas de tilos y viñátigos. Al principio la vegetación no es especialmente tupida pero, a medida que avanzamos, el verde se va cerrando sobre nosotros y la temperatura comienza a descender con rapidez.

Tras unos primeros pasos en ligero ascenso comienza una bajada que nos llevará hasta el cauce del barranco. Allí nos sorprende un bellísimo mar de helechos. Una vegetación exhuberante que por momentos sobrepasa la altura de nuestras cabezas.



Apenas llevamos recorrido un kilómetro y el viaje a merecido ya la pena. Parece como si en unos minutos hubiésemos cambiado de continente, y estuviésemos en medio de una expedición de semanas hacia el interior de alguna recóndita selva.
Nos desviamos un poco de la ruta, para descender al cauce. Pasamos bajo un puente de piedra y nos acercamos hacia un curioso punto del recorrido. Un lugar de descanso a la sombre de un gran árbol, que invita a sentarse y disfrutar de un primer sorbo de agua.



Volvemos sobre nuestros pasos y, ahora sí, iniciamos un ascenso algo más duro. Una subida que se hace llevadera por el hecho de ir distraídos, disfrutando del paisaje, el silencio y el aire limpio que se respira en el entorno.


Un sendero de firme muy húmedo nos dificulta en ocasiones el paso. Andamos con precaución, pues por tramos hay gran cantidad de barro, y al cabo de un trecho alcanzamos una pista forestal. Iniciamos entonces el camino de vuelta, un trayecto que, en su parte más alta, está coronado por el Mirador de la Somada.
Nos acercamos a echar un vistazo, pero hay bastante bruma y las vistas hoy no son todo lo espectacular que prometen ser en días claros.



El viento y el fresco reinante nos anima a retomar el camino. Reanudamos la marcha y nos enfrentamos a la parte final del recorrido, que transcurre en fuerte descenso, por una zona más expuesta a las alturas y algo más fea.
La presencia de alguna vivienda dispersa y el alboroto de un gentío cercano nos anticipa que estamos ya cerca de la carretera y, por tanto, del final de nuestra aventura. Un inesperado paseo a través de un mar de helechos que nos costará tiempo olvidar.
Cómo llegar
Llegar al lugar, localizado en el municipio palmero de Puntallana, te llevará apenas 20 minutos desde la capital. El punto de partida que te proponemos para comenzar la ruta es algo más enrevesado de encontrar. Te dejamos la localización exacta indicada en el mapa.
Una vez allí, no olvides descargarte la ruta para evitar perderte.
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